Natural de Pontevedra, tierra de mucho balonmano, ¿cómo recuerdas tus inicios en nuestro deporte? ¿Por qué balonmano y no cualquier otra disciplina donde también habrías triunfado dadas tus fantásticas cualidades físicas?
Pues básicamente, porque en mi casa se respiraba deporte y sobre todo, balonmano y tenis. Mi padre fue un mítico capitán del Teucro y nos entrenaba ya desde muy pequeños. Recuerdo que íbamos con mi madre a verle al actual Pabellón Municipal de Pontevedra. Jugueteábamos con los hijos de otros jugadores y de vez en cuando nos metíamos entre las piernas de los espectadores para poder ver alguna jugada en la que le público se ponía de pie.
Como dices, era todo un espectáculo el ambiente balonmanístico que había los domingos por la mañana en Pontevedra y el que yo viví cuando empecé debuté con el primer equipo siendo juvenil.
Cuando fui creciendo, en el Colegio Atlántico, uno de los de más tradición balonmanística de la ciudad, me entrenó Paulino Martín, exigente profesor de Historia y “ gran culpable” de la afición de muchos de los que jugábamos en esa época.
En el cole, jugaba en la categoría de mi hermano Ricardo, que despuntaba en todos los deportes y que, para mi suerte, en infantiles, se decantó por el tenis, momento en el que tomé su relevo en el equipo, sin ser muy consciente.
Debo decir, que tenía en casa también, los referentes de mis otros hermanos mayores, Vicente y Quique, el primero también dedicado al arbitraje y el segundo que acabaría dándome la alternativa en el equipo de ASOBAL.
Sin duda, cuando el ambiente familiar y el entorno proporcionan tantos estímulos positivos hacia un deporte, no es difícil que acabemos siendo apasionados del mismo, llegando a ser mi profesión.