Entrevista a DAVID DAVIS - BalonmanoVeteranos.com

Cuando era pequeño los niños jugábamos en la calle a todos los deportes posibles o que podíamos practicar. Empecé con el fútbol, después baloncesto y finalmente balonmano. Me atraían todos los deportes, también el atletismo, el tenis… todos.

Yo diría que enriquecedora. Al principio pensé que no era bueno pasar por tantos equipos, pero con el tiempo veo que me hizo mucho bien y, lo más importante, no se me olvida ni lo bueno ni lo malo. De eso me nutro en cada entrenamiento y cada partido, de la experiencia.

GRANOLLERS: Fue la mejor cantera de España durante muchos años y el primer equipo que me dio la oportunidad de mostrar mi valía como profesional. Pep Blanxart y Manolo Montoya fueron “los culpables”, sin olvidarme de mi entrenador durante gran parte de mi tiempo en la cantera, Miguel Ángel Gutiérrez.

 NARANCO OVIEDO: Mi primera experiencia fuera de casa. También muy enriquecedora personal y profesionalmente. Allí me doy cuenta de que hay más mundo fuera de Bm Granollers.

 TEUCRO: Pago la novatada de no saber nada sobre la liga Asobal. El club tenía muchos problemas económicos y fiché en el peor momento.

 ALTEA: Tierra de Balonmano. Un club estable.

El Bm Valladolid cambió por completo mi visión del balonmano. Es el punto de inflexión en mi carrera, sin duda. Coincidí con Juan Carlos Pastor, Raúl González y Jota González. Estuve seis fantásticas temporadas y, en efecto, fuimos de menos a más. Trabajar con Pastor no te deja indiferente.

Sólo el hecho de entrenar con los jugadores que había en el equipo ya era una gran diferencia. El potencial era infinito y el presupuesto permitía marcarse unos objetivos mucho más ambiciosos. La afición, como en general en todos los clubes de España, era incondicional.

Momentos muy tristes. Me puedo imaginar que algo similar vivieron antes otros equipos que llegaron a ganar la Champions y también desaparecieron.

Fue una situación especial y apenas jugué allí cinco semanas, en las que estuve muy bien gracias en gran parte a Ricardo Costa. No me atrevería a valorar el balonmano portugués a partir de aquella corta experiencia.

Mi brújula en la vida son los valores deportivos por excelencia: el esfuerzo, el sacrificio, la constancia, la determinación, el respeto, la ambición… Conseguir un título es consecuencia de tanto trabajo invisible desde la grada que es imposible no valorarlo. Las Copas de Europa son muy valiosas, pero, para mí, la medalla de bronce de los Juegos Olímpicos de Pekín es especial porque ha sido mi sueño desde niño. Nunca he tenido vitrinas, sólo pienso en el siguiente título que quiero conseguir.

La Selección te permite participar en competiciones distintas a las de los clubes y representar a tu país siempre es especial. Yo viví cada partido de la Selección con una emoción y una ilusión que no se puede describir. El ambiente era inmejorable y guardo muy buenos recuerdos.

Fue un torneo marcado por la ilusión que llegó de la mano de Pastor. Un nuevo técnico con nuevas ideas y un sistema que ahora todo el mundo reconoce como español. Los jugadores se volcaron en el cambio y en apenas tres semanas conseguimos hacer un equipo ganador. La final la vi desde la grada con mi mujer, pero es lo que tiene un deporte de equipo, que tanto cuando ganamos como cuando perdemos, cuando jugamos mejor o peor, todos nos sentimos parte.

No es un tópico. Duele acabar un campeonato con una derrota, pero el tiempo te hace ver las cosas de otra manera. Ganar una medalla es siempre mejor que no hacerlo.

Vivir unos Juegos es el mayor acontecimiento deportivo, sin duda. Sólo se celebra cada cuatro años y reúne a 16.000 atletas que llevan trabajando cuatro años para una competición que a veces puede durar unos segundos. Ya lo he dicho antes, para mí, ganar una medalla olímpica es un sueño que se hizo realidad. Y respecto a la recuperación tras perder la semifinal, creo que la rabia y la pena dura sólo el tiempo que tardas en pensar en el bronce.

Tenía organizada mi retirada con un año de transición hacia la dirección deportiva del Atlético de Madrid, pero la desaparición del club desbarató los planes. Aunque estuve esas semanas en Porto tenía claro que no iba a seguir jugando. Soy un persona muy activa y apenas pasaron siete meses hasta que fiché por el Vardar.

Después de mi experiencia como jugador tenía bastante claro cómo quería que fuera mi estilo como entrenador y por supuesto que me ha ayudado haber estado en la pista. Me ha costado aceptar que los partidos son impredecibles por mucho que los prepares.

Es un secreto a voces que la clave es trabajar, trabajar y trabajar. Mi juego es el fruto de lo que aprendí en Valladolid y Ciudad Real.