El año pasado pusiste fin a tu etapa como jugador profesional… ¿Cómo fue la decisión de colgar definitivamente las zapatillas y por qué estando como estas a un nivel físico impresionante? ¿Cómo ha sido esta primera temporada sin entrenamientos, partidos, viajes? ¿Cuánto se ha echado de menos?
En primer lugar, dar la enhorabuena por el trabajo que hacéis dando visibilidad a un deporte que lo necesita.
La verdad que ya llevaba los últimos 2-3 años madurando la idea de dejar la práctica profesional de balonmano debido al desgaste mental más que físico que me estaba generando y las ganas que tenía de entrar en el mundo laboral, tan ajeno a los que nos dedicamos al deporte profesional. Al final, mientras me preparaba oposiciones para maestro, iba renovando temporada a temporada en el Bm Benidorm hasta que saliera una buena oportunidad laboral. Quizás el detonante fue mi último año en Benidorm y el siguiente en Agustinos. Tras una salida muy diferente a como habría esperado del equipo en el que había estado 4 años, Zupo Equisoain, entonces entrenador del equipo, no me comunicó en ningún momento que no contaba conmigo para la siguiente temporada y fue a finales de junio cuando me lo comunicó el presidente, encontré una salida de emergencia en Agustinos a poco menos de un mes de empezar la pretemporada. La temporada en División de Honor B fue decepcionante con descenso de categoría incluido. Ahí fue cuando me di cuenta que era el momento de pasar página y poner punto y final a mi etapa como deportista profesional. Me quedó la espina de no haber podido despedirme como me hubiera gustado.
Sinceramente, creo que necesitaba un tiempo de desconexión de un deporte que me lo ha dado todo, pero que en los últimos años no estaba consiguiendo disfrutar de él al 100%. Por esa razón, esta primera temporada sin balonmano, no me ha dado casi tiempo a echarlo de menos ya que he estado metido en mil cosas y lo único que he hecho ha sido seguir en la distancia a mis amigos y ex compañeros. Pero lo que destacaría es esa sensación de tener todo el fin de semana por delante, uno tras otro, para disfrutarlo con mi novia, familia y amigos sin pensar en el partido o el viaje del que llegas hecho polvo a las tantas de la mañana del domingo, después de muchas horas de autobús.
Sin ninguna duda, lo que he echado de menos muchísimo ha sido la competición, esa cosa que te subía por el estómago momentos antes de que empezara el partido. La relación de vestuario con los compañeros que se convertían en amigos. Ese café que te tomabas 2 horas antes del partido donde reías y hablabas de cualquier otra cosa que no fuera balonmano.