Leonés y ex jugador del Ademar de León. ¿Se vive eso de manera especial? ¿Qué representó para ti jugar en el equipo de tu ciudad, que además era y es uno de los equipos de máximo nivel de nuestro balonmano?
Lo primero que siempre sentía era muchísimo orgullo y una gran responsabilidad. Siempre tuve muy presentes los valores que aprendimos los primeros años que yo empecé a jugar balonmano con el desaparecido y queridísimo hermano Tomás. Nos inculcaban el sacrificio, el trabajo como las principales reglas que regían en los maristas en los entrenamientos, y esa fue la seña de identidad que siempre he visto en el Ademar. Ha sido un orgullo interior por así decirlo el haber llegado después de esforzarte sin ningún tipo de condiciones innatas especiales. Y siendo de León, pues quería siempre que además esos valores acabarán triunfando también en la cancha.
Mi llegada al balonmano fue curiosa, y es que mi padre no quería que jugara al futbol, y se presentó en los Maristas preguntando por algún deporte para su hijo. El hermano Tomás le contestó que tenía uno que ofrecer que me iba a hacer un hombre. Así que ese mismo día empecé y en el primer entrenamiento estuve allí tirando contra una pared con un balón que era más grande que yo. Después de 2 horas lanzando, mientras veía al resto jugando, al acabar el entrenamiento, el hermano Tomás me dijo: “sigue así chaval, sigue así que llegas”. Recuerdo que una de las expresiones que siempre decía el hermano Tomás. Ese hecho, esa persona y hasta esa expresión, me marcaron para el resto.